viernes, 15 de octubre de 2010

Mi impresión sobre los mei-tai (Papá Pato al aparato)


Como ya os conté en la anterior entrada que hice, empecé a utilizar portabebés con mucho tiento y escepticismo pero las evidencias me hicieron ver que sí, que eran cómodos y prácticos. Vamos, en realidad se trata de una herramienta más de esas que nos ayudan a que la vida sea más fácil y eso no es poco, ¿no?

Entre todos los portabebés hay uno que, aunque me pareciera complicadísimo en un principio, me gustó especialmente. Es el mei-tai.

No voy a entrar a explicar lo que es uno de "estos" porque ya lo tenéis en la entrada de "Guía para elegir un portabebé " (el enlace aquí) y para eso le podéis preguntar a la MamáPata que sabe un montón. Lo que voy a contar es mi experiencia personal y el porqué me gusta.

Lo empecé a utilizar en verano, la playa, a la que vamos normalmente, tiene el aparcamiento muy alejado de la arena y el acceso es bastante rústico por lo que la sillita es poco recomendable. Tienes la opción de descargar a la tropa en un apeadero que está cerca de la arena, el problema es si la "tropa" esté compuesta por un recluta que sea un bebé de cuello, una niña de 3 años y los bártulos de la playa (que son muchos). Demasiado para un sólo adulto (el otro tiene que irse a aparcar el coche). Nuestra solución fue, irnos todos a aparcar el coche, ponerme al bebé en la espalda y bajar por el camino tranquilamente. Así fue como probé el mei-tai de mi mujer.

Encontré que era muy rápido de poner, ponía en una postura muy cómoda tanto al bebé como a mí, era mucho más fresco que la mochila ergonómica (una manduca por aquel entonces), no hacía falta reajustarlo cada vez que lo había usado mi mujer antes, ocupaba poco en la bolsa una vez ya no lo necesitabas y, además, me hacía cachas ;) (bueno, eso me lo parece a mí pero no lo he encontrado en ninguna guía y mi mujer no me lo acaba de reconocer...).

El caso es que me aficioné a este invento de los chinos y se convirtió en mi portabebés favorito. Os invito a que lo probéis, creo que merece la pena.

En la foto que abre el post, estoy con mi hijo un domingo cualquiera, haciendo una de mis tareas preferidas: cocinar. El crío, roque y yo contento porque pude hacer lo que quería y darle a él lo que necesitaba, a la vez.

Seguiré al aparato.

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